viernes, 14 de marzo de 2008

EL HOMBRE Y LA IRA


“Era un hombre con muy mal genio. Se irritaba fácilmente e incluso la ira le hacía perder el control, lo cual dañaba y perjudicaba gravemente sus relaciones. Harto de su mal carácter decidió visitar a un sabio para que le aconsejara. Llegó ante el hombre sabio y le dijo:
-Venerable, soy muy desafortunado por culpa de mi carácter. Pero quiero transformarme. Tengo muy mal genio y arranques de cólera incontrolada.
El sabio le dijo:
-Para poder conocerte mejor quiero contemplar tu ira.
El buen hombre contestó:
-Pero ahora no tengo ira.
Dijo el sabio:
-Vete y cuando sientas cólera ven enseguida para que yo vea cómo se manifiesta en ti.
El hombre regresó a su casa y cuando unos días después se encolerizó, corrió a visitar al sabio, que moraba en la cima de una colina.
-Ya he vuelto. —Dijo el hombre jadeante—.
-Muy bien, pues enséñame tu cólera.
Pero mientras subía la colina, su ira se había desaparecido.
-Ya no tengo ira —respondió el visitante—.
-En ese caso, repuso el sabio, cuando vuelvas a tener ira, ven más rápido, para que pueda verla manifestarse en ti.
Unos días después la ira volvió a poseer al hombre, que como una exhalación salió corriendo para ver al sabio. Cuando llegó agotado a la cima ya se le había pasado de nuevo la cólera, por lo que el sabio dijo:
-¡Tienes que venir más rápido cuando te irrites, de lo contrario no podré ver tu cólera!
Pasaron unos días más. El hombre tuvo un nuevo ataque de cólera y salió corriendo, tanto como sus piernas se lo permitían, llegó a la cima verdaderamente extenuado. Pero ya no tenía ira… Al final el sabio le dijo:
-¿Te das cuenta, amigo? La ira no te pertenece. No es para ti. Por lo tanto te daré la solución: La próxima vez que la ira quiera poseerte no la aceptes. Te hace daño y malogra tu relación con los demás. ¡Despréciala!”.

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