viernes, 25 de enero de 2008

El Condor y la Serpiente

Carlos Sabat Ercasty
Aquella vez, llevado por la necesidad del alimento, el cóndor abandonó su imperio sobre los Andes, y tras el goce del tacto azul con el cielo, descendió a la concavidad de un profundo valle.Se abreviaba el horizonte, se ensanchaban hacia su base los conos enérgicos de los montes, el aire mismo iba perdiendo su pura levedad, y la luz se destrozaba contra las rocas y, rota en chispas, se hundía en la densidad del humus.Pesaba en los ojos del ave aquella gravedad de la materia, y su instinto de elevación se oscurecía, en tanto el valle íbase abriendo al reposado movimiento de sus alas.Al fin sus garras prensiles se engarfiaron nerviosas a las menudas hierbas. Giró su cuello. Miró con desdén el espesar de la tierra, y vuelto ya hacia la izquierda, sorprendió el deslizamiento casi fluido de una serpiente.Es mi opuesta, pensó, la enemiga del ala. Toda su longitud es un largo pie que jamás se separa del polvo que lo sostiene. Me mira desde la reconditez tenebrosa de su astucia. Sabe que no puede vencerme, que ya es mía, y sin embargo, en lugar de huir como otras veces, profunda de hipocresía, mueve en sus ojos un amoroso saludo.Entonces, el cóndor también suavizó los violentos metales de sus pupilas, hechas al rayo de la más pura luz, y sin temor, aguardó a la serpiente, aceptando su amistosa proximidad.
Dibujo de Vernazza
Y el reptil, maravillado de aquellas pupilas brillantes de infinito, de aquellas alas bebedoras de azul, de aquel pecho aproado donde el cuerpo del humean se partía en dos, de aquella frente besada a fuego por los mediodías, no pudo reprimir su elogio, y saltando con su silbo sobre su envidia, exclamó, como para que todo el valle lo escuchase:-¡Cóndor, eres magnífico! ¿Cómo te hizo la Tierra, que a mi me ató a su lodo, para que levantases sus mensajes por encima de las montañas y las nubes? ¿Te creó para que la pensaras con el vuelo, o para que fueses tú mismo su propio pensamiento?Y rápido, interrogó a su vez el cóndor:-¿Me contemplaste, acaso, en mi poderoso volar? ¿Has contado con números mis vivos aletazos? ¿Desde la luz te cubrí con mi sombra viajera? ¿Has visto mis círculos tan misteriosos y audaces como las órbitas de los mundos?-Cóndor espléndido, nací para admirarte y, con temor y humildad, llamarte mi hermano. ¿Y por qué no decirlo?, mi dios! Soy tu opuesto, lo soy de un modo desesperado y tristísimo. Y si no fuese por el horror y el asco de la envidia, te diría que te envidio cuando levantas los mensajes de la Tierra, y hundes el dardo de tu pico de fuego en el azul de los mediodías. ¡Qué embriaguez, qué liberación! ¡Ah, qué viva profundidad eres en las claridades del Universo! ¿Comprendes ahora mi dolor? ¿Perdonas mi envidia, si es que así he de llamarla? Toda grandeza es generosa, y el más alto pensamiento no teme ninguna hermandad.-Innúmeros son los destinos, -contestó el cóndor- y ahora lo comprendo más que nunca. Yo nací para apoyarme en el vuelo, para levantarme en ascendentes curvas, sobrepasando montes y nubes. Se diría que nací de la frente del planeta, que soy su aspiración ideal, que cuando él sueña su más alto destino yo emano desde la roca intacta donde apoyo mi nido, y voy, todo en la luz, imantado por el Sol.-Así, arrastrándome -confesó la serpiente- te veo, hasta que de tan triste, cierro los ojos y me duele la tierra donde se manchan mis escamas. Pediría la muerte, pero soy también cobarde. Todo lo que vive puede aplastar mi miseria. No tengo más poder que el engaño. Cuanto más me disimulo, cuanto más me borro a mi misma, más certera es la muerte que preparo. Mi cuerpo es frío, pero es más frío aún el odio de todos los que me miran. Brillan como gemas mis escamas, pero debajo de esa luz no hay más que sombra. Tú eres el ala, el alto mensaje de la Tierra, su justificación. En el instante en que el planeta se piensa a si mismo y crea su más alto destino, tú naces. Mi cuna es el pantano; mi patria única, el lodo sobre el cual ondulo; mi genio, la hipócrita astucia ¡Sólo nos iguala la muerte! Tal vea por eso, en ciertos momentos, la siento tan hermosa... ¿Comprendes ahora mi angustia y mi envidia?-Pero si haces pensar y soñar a tu propia frente -contestó el cóndor-, puedes volar tanto como yo.La idea que concibas puede ser tan sublime como yo mismo. Por la noche, -tan amiga tuya-, podrías sobrepasarme y engarzar tu pensamiento en los hondos metales de los astros. Tal vez la Tierra te ata, tan amorosa, así misma, porque te necesita en el plan de sus profundas armonías.-No trates de consolarme -replicó la serpiente-. Lo que tú eres y lo que tú vives, eso no se aprende sino volando como tú vuelas. Sería maravilloso ir contigo, participar de tu genio, olvidarme de mi esterilidad, romper el pacto maldito con el lodo sobre el cual me arrastro. Una vez, siquiera una sola vez, me complacería hasta el infinito irrumpir contigo hacia el azul del mediodía, bañarme en la sublimidad de tu destino y de tu audacia. Me enroscaría a tu cuello, y abriría hasta el martirio los ojos, para abarcar los grandes horizontes, para disfrutar de tu prodigioso ensueño. ¿Por qué no me llevas hermano, hermanito mío?-¡Ven - exclamó conmovido el cóndor-. Repta hasta mi cuello. Afírmate en él. Irrumpiré, entonces, en el más temerario de mis vuelos. Me has ganado el corazón. Durante una hora te identificarás a mi destino.Y la serpiente respondió:-Ah!, nunca soñé tan honda y tan subida felicidad! Voy hacia ti. Llévame a tu luz, dame siquiera una chispa de tu mensaje.Y se estremecieron sus ojos, y vibraron sus escamas como si en cada una de ellas viviese una pupila.Y cuando el reptil se enroscó delicadamente en el cuello del cóndor, éste creó su más amplio vuelo. Anchas y tenaces sus alas zumbaban en el viento. Quemantes ojos, unían a la luz vital la luz solar. La proa del pecho hendía repentinas distancias. El cuello, recto y erguido, se complacía sintiendo las curva envolventes y elásticas del reptil. La espiral entera sólo tenía el peso de una caricia.-¿Eres dichosa? - interrogó el cóndor.-Como jamás pude soñarlo - suspiró la serpiente -. Bebo la inmensidad. Me siento tu igual en tu patria celeste. Una hora en tus alturas es más que una eternidad allá abajo, donde sólo puedo arrastrarme sobre el lodo. ¡Imposible una embriaguez que embriague más mis ansias! ¡Gracias hermano mío!Cuando el vuelo del cóndor se detuvo ya, planeando en el infinito, abiertas las alas, sublime la serenidad, insuperable la contemplación, el cóndor comenzó el descenso. Y fue entonen que empezó a sentir en el cuello una presión cada vez mayor. Vibraba el reptil estrechando sus anillos. Corría por su espiral un júbilo siniestro. En un temblor supremo sufrió el cóndor el espasmo de la agonía. Rápido descendió su cuerpo abatido. Dio en tierra, y se apagó en su corazón el latido último. Las alas entreabiertas quedaron apoyadas sobre la oscuridad del lodo.Suavemente el reptil se desenroscó del tendido cuello del cóndor. Se deslizó en silencio buscando el contado oscuro y viscoso del pantano. Su astucia había vencido. Su opuesta, el ala del cóndor, reposaba para siempre en la muerte, pesada del abismo sobre el polvo efímero. Ensimismada, pidió después el sueño a la noche, pero la noche le negó su dulcísima gracia. De pronto se aterró por su crimen. Vencida el ala de sus hondas tinieblas, ¿a quién iban a envidiar? Nada más terrible que la soledad del mal cuando comienza a clavarse en sí mismo. La soledad del odio es una agonía que no acaba nunca en la muerte. La peor agonía... un espanto entre la existencia y la nada. El mal crea la más honda venganza del mal.

jueves, 24 de enero de 2008

Eco

Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas. De repente, el hijo se cayó, se lastimó y gritó: "AAAhhhhhhhhhhhhhhh ! ! !". Para su sorpresa, oyó una voz repitiendo, en algún lugar en la montaña: "AAAhhhhhhhhhhhhhhh ! ! !" Con curiosidad, el niño grito: "Quién eres tú?" Recibió de respuesta: "Quién eres tú?" Enojado con la respuesta, grito: "Cobarde!" Recibió de respuesta:"Cobarde!" Miró a su padre y le preguntó: "Que sucede?" El padre sonrió y dijo: "Hijo mío, presta atención." Y entonces el padre gritó a la montaña: "Te admiro!" La voz respondió: "Te admiro!" De nuevo el hombre gritó: "Eres un campeón!" La voz respondió: "Eres un campeón!" El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego el padre explicó: "La gente lo llama ECO, pero en realidad es la VIDA...Te devuelve todo lo que dices o haces... Nuestra vida es simplemente reflejo de nuestras acciones. Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor... Si deseas mas competitividad en tu grupo, ejercita tu competencia... Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida... La vida te dará de regreso exactamente aquello que tú le has dado." Tu vida no es una coincidencia... Es un reflejo de ti. Alguien dijo: "Si no te gusta lo que recibes de vuelta, revisa lo que emites"

Esto Tambien Pasara

“Por un pequeño reinado de la antigüedad pasó alguna vez un sabio, que tenia la fama de resolver todos los enigmas que se le plantearan. El rey, que era un hombre de un gran temperamento, dominado de alguna manera por sus pasiones, lo mandó llamar y le pidió que le diera una fórmula para la felicidad. Entonces el sabio se retiró algunos meses hasta que volvió al reino, y le regaló al rey un anillo; junto con el anillo le regaló también la consigna de que leyera una inscripción interna (un pequeño letrero que sólo el rey podía leer) en los momentos de mayor euforia, de mayor éxito, así como en los momentos de mayor amargura, derrota y depresión. La gente empezó a notar que el rey en sus mejores y peores momentos miraba a su anillo y leía aquella inscripción interna y que con el paso del tiempo esa costumbre lo había transformado en un hombre mas sabio y justo, con mucha mayor capacidad de gobernar sanamente, aquella comunidad. Trascendió incluso en el reino que en la inscripción interna del anillo del rey había solamente tres palabras. Cuando murió el rey los habitantes del reino quisieron saber cual era la inscripción que había transformado la historia del rey y de alguna manera la de ellos también. Fueron a ver el anillo y en su parte interna encontraron escritas estas tres palabras: "esto también pasara". Estas palabras, en los momentos de mayor euforia y triunfo significaban para el rey la posibilidad de poner los pies en la tierra, así como en los momentos de dolor se transformaban en un símbolo de esperanza. En unos y en otros momentos le significaron la posibilidad de mirar hacia adentro y, desde el sentido del éxito interno, la ansiada fórmula de la felicidad.

miércoles, 23 de enero de 2008

Las Hojas Muertas

Ah, yo quisiera tanto que tú te acordaras
De los días felices donde nosotros éramos amigos
En ese tiempo la vida era más bella
Y el Sol brillaba más que los días
Las hojas muertas se rastrillan hacia los desperdicios-
Tú sí, yo no he olvidado
Las hojas muertas se rastrillan hacia los desperdicios
Los recuerdos y lamentos también
El viento del norte los transporta
Hacia la noche fría del olvido
Y yo, no he olvidado
La canción que tú me cantabas
Es una canción que nos reúne
Yo te amé, tú me amaste
Vivimos juntosAmándonos, amándonos
Pero la vida separa a aquellos que se aman
Tiernamente, sin hacer ruido
Y el mar borra sobre la arena
Los pasos de los amantes que se separan!
JACQUES PREVERT

Hazrat Inayat Khan

"Conocí el bien y el mal, pecado y virtud, justicia e infamia; juzgué y fui juzgado, pasé por el nacimiento y la muerte, por la alegría y el dolor, el cielo y el infierno; y al fin reconocí que yo estoy en todo y todo está en mi". Hazrat Inayat Khan

La Vela


"La vela no está allí para iluminarse a sí misma"Nawab Jan-Fishan Khan

Sinfonia Divina

"Cuando abro mis ojos al mundo exterior, me siento como una gota de agua en el océano; pero cuando cierro mis ojos y miro interiormente, veo el universo completo como una burbuja levantándose en el océano de mi corazón."Hazrat Inayat Khan "La Sinfonía Divina"

Hermosa Sirvienta

Erase una vez un sultán, dueño de la fe y del mundo. Habiendo salido de caza, se alejó de su palacio y, en su camino, se cruzó con una joven esclava. En un instante él mismo se convirtió en esclavo. Compró a aquella sirvienta y la condujo a su palacio para decorar su dormitorio con aquella belleza. Pero, enseguida, la sirvienta cayó enferma.¡Siempre pasa lo mismo! Se encuentra la cántara, pero no hay agua. Y cuando se encuentra agua, ¡la cántara está rota! Cuando se encuentra un asno, es imposible encontrar una silla. Cuando por fin se encuentra la silla, el asno ha sido devorado por el lobo.
El sultán reunió a todos los médicos y les dijo:Estoy triste, sólo ella podrá poner remedio a mi pena. Aquel de vosotros que logre curar al alma de mi alma, podrá participar de mis tesoros.Los médicos le respondieron:Te prometemos hacer lo necesario. Cada uno de nosotros es como el Mesías de este mundo. Conocemos el bálsamo que conviene a las heridas del corazón.Al decir esto, los médicos habían menospreciado la voluntad divina. Pues olvidar decir “¡Insh Allah!” hace al hombre impotente. Los médicos ensayaron numerosas terapias, pero ninguna fue eficaz. La hermosa sirvienta se desmejoraba cada día un poco más y las lágrimas del sultán se transformaban en arroyo.Todos los remedios ensayados daban el resultado inverso del efecto provisto. El sultán, al comprobar la impotencia de sus médicos, se trasladó a la mezquita. Se prosternó ante el Mihrab e inundó el suelo con sus lágrimas. Dio gracias a Dios y le dijo:“Tú has atendido siempre a mis necesidades y yo he cometido el error de dirigirme a alguien distinto a ti. ¡Perdóname!”Esta sincera plegaria hizo desbordarse el océano de los favores divinos, y el sultán, con los ojos llenos de lágrimas, cayó en un profundo sueño. En su sueño, vio a un anciano que le decía:“¡Oh, sultán! ¡Tus ruegos han sido escuchados! Mañana recibirás la visita de un extranjero. Es un hombre justo y digno de confianza. Es también un buen médico. Hay sabiduría en sus remedios y su sabiduría procede del poder de Dios”.Al despertar, el sultán se sintió colmado de alegría y se instaló en su ventana para esperar el momento en el que se realizaría su sueño. Pronto vio llegar a un hombre deslumbrante como el sol en la sombra.
Era, desde luego, el rostro con el que había soñado. Acogió al extranjero como a un visir y dos océanos de amor se reunieron. El anfitrión y su huésped se hicieron amigos y el sultán dijo:“Mi verdadera amada eras tú y no esta sirvienta. En este bajo mundo, hay que acometer una empresa para que se realice otra. ¡Soy tu servidor”.Se abrazaron y el sultán añadió:“¡La belleza de tu rostro es una respuesta a cualquier pregunta!”.Mientras le contaba su historia, acompañó al sabio anciano junto a la sirvienta enferma. El anciano observó su tez, le tomó el pulso y descubrió todos los síntomas de la enfermedad. Después, dijo:“Los médicos que te han cuidado no han hecho sino agravar tu estado, pues no han estudiado tu corazón”.No tardó en descubrir la causa de la enfermedad, pero no dijo una palabra de ella. Los males del corazón son tan evidentes como los de la vesícula. Cuando la leña arde, se percibe. Y nuestro médico comprendió rápidamente que no era el cuerpo de la sirvienta el afectado, sino su corazón.Pero, cualquiera que sea el medio por el cual se intenta describir el estado de un enamorado, se encuentra uno tan desprovisto de palabras como si fuera mudo ¡Sí! Nuestra lengua es muy hábil en hacer comentarios, pero el amor sin comentarios es aún más hermoso. En su ambición por describir el amor, la razón se encuentra como un asno tendido cuan largo es sobre el lodo. Pues el testigo del sol es el mismo sol.El sabio anciano pidió al sultán que hiciera salir a todos los ocupantes del palacio, extraños o amigos.“Quiero, dijo, que nadie pueda escuchar a las puertas, pues tengo unas preguntas que hacer a la enferma”.La sirvienta y el anciano se quedaron, pues, solos en el palacio del sultán. El anciano empezó entonces a interrogarla con mucha dulzura:“¿De dónde vienes? Tú no debes ignorar que cada región tiene métodos curativos propios. ¿Te quedan parientes en tu país? ¿Vecinos? ¿Gente a la que amas?”.Y, mientras le hacía preguntas sobre su pasado, seguía tomándole el pulso.Si alguien se ha clavado una espina en el pie, lo apoya en su rodilla e intenta sacársela por todos los medios. Si una espina en el pie causa tanto sufrimiento, ¡qué decir de una espina en el corazón! Si llega a clavarse una espina bajo la cola de un asno, éste se pone a rebuznar creyendo que sus voces van a quitarle la espina, cuando lo que hace falta es un hombre inteligente que lo alivie.Así nuestro competente médico prestaba gran atención al pulso de la enferma en cada una de las preguntas que le hacía. Le preguntó cuáles eran las personas con quienes vivía y comía. El pulso permanecía invariable hasta el momento en que mencionó la ciudad de Samarkanda. Comprobó una repentina aceleración. Las mejillas de la enferma, que hasta entonces eran muy pálidas, empezaron a ruborizarse. La sirvienta le reveló entonces que la causa de sus tormentos era un joyero de Samarkanda que vivía en su barrio cuando ella había estado en aquella ciudad.El médico le dijo entonces:“No te inquietes más, he comprendido la razón de tu enfermedad y tengo lo que necesitas para curarte. ¡Que tu corazón enfermo recobre la alegría! Pero no reveles a nadie tu secreto, ni siquiera al sultán”.Después fue a reunirse con el sultán, le expuso la situación y le dijo:“Es preciso que hagamos venir a esa persona, que la invites personalmente. No hay duda de que estará encantado con tal invitación, sobre todo si le envías como regalo unos vestidos adornados con oro y plata”.El sultán se apresuró a enviar a algunos de sus servidores como mensajeros ante el joyero de Samarkanda. Cuando llegaron a su destino, fueron a ver al joyero y le dijeron:“¡Oh, hombre de talento! ¡Tu nombre es célebre en todas partes! Y nuestro sultán desea confiarte el puesto de joyero de su palacio. Te envía unos vestidos, oro y plata. Si vienes, serás su protegido”.A la vista de los presentes que se le hacían, el joyero, sin sombra de duda, tomó el camino del palacio con el corazón henchido de gozo. Dejó su país, abandonando a sus hijos, y a su familia, soñando con riquezas. Pero el ángel de la muerte le decía al oído:“¡Vaya! ¿Crees acaso poder llevarte al más allá aquello con los que sueñas?”.A su llegada, el joyero fue presentado al sultán. Este lo honró mucho y le confió la custodia de todos sus tesoros. El anciano médico pidió entonces al sultán que uniera al joyero con la hermosa sirvienta para que el fuego de su nostalgia se apagase por el agua de la unión.Durante seis meses, el joyero y la hermosa sirvienta vivieron en placer y en el gozo. La enferma sanaba y se volvía cada vez más hermosa.Un día, el médico preparó una cocción para que el joyero enfermase. Y, bajo el efecto de su enfermedad, este último perdió toda su belleza. Sus mejillas palidecieron y el corazón de la hermosa sirvienta se enfrió en su relación con él. Su amor por él disminuyó así hasta desaparecer completamente.Cuando el amor depende de los colores o de los perfumes, no es amor, es una vergüenza. Sus más hermosas plumas, para el pavo real, son enemigas. El zorro que va desprevenido pierde la vida a causa de su cola. El elefante pierde la suya por un poco de marfil.El joyero decía:“Un cazador ha hecho correr mi sangre, como si yo fuese una gacela y él quisiera apoderarse de mi almizcle. Que el que ha hecho eso no crea que no me vengaré”.Rindió el alma y la sirvienta quedó libre de los tormentos del amor. Pero el amor a lo efímero no es amor.Mawlana Yalal al-Din Rumi 150 Cuentos Sufíes extraídos del Matnawi Ed. Paidos Orientalia
Comentario del Murshid Nawab en el retiro de Bogota, Marzo de 2001:El doctor tenía cierta poción alquímica y puso un poco en la comida de la mujer joven. Y bajo el efecto de la poción ella vio a su amado esposo como el se vería setenta años después. Por supuesto quedó impresionada, entonces preguntó, "¿Qué pasa, dónde está mi marido?", y él dijo, "Pero si estoy aquí amor, bésame". Ella estaba horrorizada de besarlo.
Después de un tiempo, el efecto de la poción desapareció, pero ella comenzó a pensar más profundamente en la situación y comprendió que a pesar de todas las circunstancias, el rey siempre la había amado y que inclusive el rey había sacrificado su felicidad por la de ella. Y así, ella entendió que ella le debía mucho más a él de lo que él le había dado. Bueno... , cómo salió ella de la situación, la historia no lo cuenta.Y realmente esta es la película del alma, el apego al mundo y el amor de la Divina Presencia. La joven mujer representa nuestra alma, que es amada por el rey, el Divino Rey, que sólo quiere darnos todo lo que necesitamos. Entonces nos intoxicamos con nuestra vida