martes, 18 de diciembre de 2007

El vuelo del genio



-¿Levantas, hijo, el vuelo?-¡Sagradas voces!, creo que sí,mi alma está en duelodesde que os perdí.Era la sombra del vacíosúbitamente todo lo mío.De par en par abrió el dolorel cuerpo mismo.Tornó afuera el interior,y con la fuerza del sonidobrotaron alas del abismo.De mí, en vuelo suspendido ,nacía fiel y reposadaen síla trinidad alada,y con la vista elevadaos vívolar conmigo a la nada.y eso es todo lo que séporqué de todo me acordé,altivo padre que señalasmás alto aún que nuestras alas,amada madre que tan seríaseñalas hacia la materia.Y entendí que era yoa quien tu mano señalabaen la visión que así volaba.Tan cerca estuve de morirque atravesé mi vida,de ida y venida, y pude reconstruirla constelación humana:a través del sol, en nuestro padre, y de la noche, en nuestra madre,llegar al Yo, que solo emana.
La experiencia con la que comenzó su vuelo chamánico (y su liberación de la “mente ordinaria”, podríamos decir) tuvo un fuerte componente físico. “Abrió el dolor al cuerpo mismo” hace referencia a la sensación de que su cuerpo se separa por la espalda en dos mitades, desde la cabeza a los pies. La apertura del cuerpo es un tema común en los relatos de iniciaciones chamánicas, y tengo certeza de que Tótila Albert no conocía la literatura al respecto. Alude asimismo el poema a la sensación, también familiar a los conocedores del chamanismo, de que el interior del cuerpo se volcaba hacia afuera, y al decir que “brotaron alas al abismo” no sólo se refiere metamórficamente al proceso espiritual por el cual la caída a la propia profundidad se torna en elevación, sino a una vivencia física de transformación en ave de rapiña.En el bajorrelieve (figura 2, ‘Ave del Retorno’) con el que he ilustrado en el primer capítulo del libro (Agonía del Patriarcado) la trinidad interior de madre-padre-hijo, el escultor tradujo la vivencia de transformación en la de un cóndor que porta al hijo entre sus garras. Sin embargo, la vivencia física a la que me refiero se corresponde con la experiencia general de los chamanes siberianos que, en el curso de su primera iniciación, se sienten transformados en águilas y pasan a considerarse descendientes de un chamán original águila. (…)Resulta sugerente la invitación de Tótila a hablar en su manifiesto de amores, en plural: cualidades o formas primordiales del amor. El amor paterno se orienta a lo “celestial”, al mundo de los principios, las ideas y los ideales. El amor materno se orienta a la naturaleza y hacia lo individual, y no atiene a méritos, sino a necesidades. Por otra parte, el amor filial (tan patologizado en nuestra época, al ser interrumpido y reemplazado el vínculo amoroso hacia los padres por un vínculo de resentimiento y de dependencia idealizada) se caracteriza por un actitud agradecida de receptividad y respeto.Llevando aún más lejos este pensamiento, podemos decir que el amor intrapsíquico entre los principios Padre, Madre e Hijo es necesario para que pueda haber armonía en la familia humana, así como entre los valores paternos, maternos y filiales de nuestra cultura. Esta es la idea que expresaba un bajorrelieve realizado por Tótila en la fachada de un edificio público en Santiago de Chile, y que existió hasta hace poco, antes de ser destruido por las autoridades hacia las postrimerías de la dictadura militar en los 80. En él lo paterno y lo materno venían representados por dos alas que, con su polaridad, permitían a una figura central volar hacia adelante.Más concretamente, en el relieve, sobre las alas de un cóndor la figura del Hijo apunta hacia adelante, mientras que a su lado, a la izquierda, la Madre apunta hacia abajo y, a la derecha, la figura del Padre lo hace hacia arriba. Digamos que si la condición ordinaria del ser humano es quedar fijado a un estado infantil en el que regresivamente mantiene una relación de necesidad y ambivalencia frente a los padres de su infancia, el niño sano que reside potencialmente en el interior de todos nosotros puede, a través de su amor hacia su padre y su madre internos, apropiarse de las cualidades del amor paterno y del amor materno, integrando así el amor al cielo con el amor a la tierra, el amor a la sabiduría y el amor a la naturaleza, el amor a la divina transcendencia y el amor a la inmanencia divina.”

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