viernes, 15 de agosto de 2008

Leyenda de Laksmi


Érase una vez un pobre mendigo que vivía con su esposa en una aldea. Cada mañana cogia su abollado plato de aluminio y caminaba hasta el templo para engrosar la fila de los mendicantes. Mientras tanto su mujer esperaba resignadamente en la chabola. A su regreso compraban el sustento del día con las limosnas que el recogiera en el templo. Había días buenos y otros malos. Si alguna vez no recibía ninguna dadiva, pasaban hambre ya que carecían de otra fuente de ingresos.
Un día sucedió exactamente aquello: estuvo el mendigo todo el día suplicando a los visitantes del templo pero nadie le dio ni siquiera una paisa. Al anochecer regreso a casa con los pies pesados por el cansancio y la tristeza.
Esa noche el hambre acompaño su descanso.
La casualidad quiso que al día siguiente tampoco llegara ninguna alma caritativa y el hombre regreso a su chabola con las manos vacías. Al tercer día, cuando salía de casa, la mujer le dijo:
-hoy no regreses otra vez con las manos vacías.
Trae algo, aunque tengas que recogerlo del suelo.
El pobre hombre llego a su puesto y espero todo el día. Tenía hambre y se sentía débil y casi no le salían las palabras para pedir limosna. Pasó el día y tuvo que regresar a casa otra vez sin dinero ni comida. Caminaba lentamente cuando de pronto recordó lo que su mujer le había dicho esa mañana, que llevara algo aunque tuviera que recogerlo de la calle. Mirando a su alrededor, lo único que vio fue una serpiente que alguien había matado y tirado en la calle. No servia para nada, pero el hombre la cogió mas por amargura que por otra cosa.
Al llegar a casa tiro la culebra delante de la mujer sin decir palabra. Ella, aunque más débil que el por el ayuno forzoso de tantos días, dijo con calma:
-no la dejes aquí, hombre. Ponla en la calle, frente a nuestra puerta.
El hombre así lo hizo de mala gana, sin comprender nada de lo que estaba pasando por la mente de su mujer.
En aquel momento, la reina del pueblo había ido al río cercano a tomar su baño cotidiano. Los soldados y el sequito que la acompañaban quedaron a una distancia prudente mientras ella se dirigía a las orillas del río. Se quito su collar de perlas y rubíes y lo dejo junto con otras relucientes alhajas y las vestimentas de brocado de seda en un montoncito en la orilla.
Apenas había puesto un pie en el agua cuando paso volando por allí un milano. Con su aguda vista diviso las joyas porque dicen que los milanos gustan de las cosas relucientes. Bajo, y de un zarpazo salio volando con el collar en sus garras. Al darse cuenta de lo ocurrido, la reina comenzó a gritar y les señalo a los soldados el milano que ya se alejaba planeando sobre sus anchas alas. Los guardianes empezaron a seguirlo corriendo por debajo del pájaro.
Pero no fue una hazaña demasiado larga. Cuando el milano pasó por encima del pueblo, vio la serpiente muerta que le interesaba mucho más que el collar. Bajando al sitio, soltó la joya y prosiguió su vuelo con el reptil.
La mujer del mendigo se apodero del collar de la reina, pero casi de inmediato llegaron los soldados. Ella les dijo que no tenia ninguna intención de quedarse con lo que no era suyo, pero que deseaba devolver el collar a la reina personalmente. Dicho esto, los soldados la acompañaron al palacio y la presentaron a la reina. Dijo la mujer:-le devuelvo el collar, pero a cambio de ello solicito me conceda un favor.
La reina respondió:
-si el pedido es razonable, no habría inconveniente; dime, ¿de que se trata?Entonces la mujer explico:-como UD. Sabe, esta acercándose la fiesta de las luces. Lo único que pido es que nadie en el pueblo tenga luz esa noche. Que sea únicamente mi humilde casa la iluminada.
A la reina le sorprendió el pedido. Ella había pensado que la pobre mujer pediría dinero o alimentos. Pero le concedió el pedido al considerarlo inofensivo.
A los pocos días se celebraba Diwali, el festival de las luces. Es cuando todo el mundo en la india limpia y pinta su casa y la ilumina con velas y lámparas de aceite.
Se ven mas luces en la tierra que estrellas en el cielo. Y se juega con fuegos artificiales para crear más luz todavía.
Pero esta vez el pueblo estaba todo a oscuras como si estuviera de duelo. La única luz que se divisaba iluminaba la choza de nuestra pareja de mendigos.
Al llegar Lakshmi, la diosa de la riqueza, a visitar las casas del pueblo, le extraño que no hubiera luces. Entonces descubrió la única casilla iluminada y hacia allí se dirigió para bendecirla. Pero la puerta estaba cerrada. Normalmente estaría abierta de par en par para facilitar la entrada de la diosa. Al golpear a la puerta, la mujer pregunto:
-¿Quién es?-ábreme, que soy Lakshmi.-¿vienes como una hija o una nuera?A la diosa le sorprendió la pregunta. Replico:-las hijas son como diosas. Y las diosas, por lo tanto,Venimos como hijas, ¿no lo sabes?La pobre mujer respondió con voz seca:-si vienes como hija no te puedo abrir la puerta.-no tengo tiempo para discusiones. Ábreme la puerta para cumplir con el rito, se me esta haciendo tarde.
Pero la mujer insistía que la dejaría pasar solo como nuera. La diosa no podía marcharse sin haber visitado siquiera una casa. Acepto finalmente entrar como una nuera. Al oírlo, la mujer abrió la puerta de par en par y la diosa entro y bendijo la pobre morada. Y así termino la historia.
Pero, ¿Dónde esta la clave? ¿Por qué dejo entrar a la diosa Lakshmi como nuera y no como hija?
Pues porque la mujer quería la riqueza no por un tiempo sino para siempre. Una hija india esta en la casa paterna solo hasta el casamiento. Al casarse, deja la casa para unirse a la familia del marido. En cambio la nuera entra en casa de los suegros para quedarse permanentemente.

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